No mires para abajo, erotismo y en el cine argentino
En las últimas dos décadas, el cine argentino ha conseguido una gran repercusión a nivel mundial. Los éxitos de películas como El Secreto de sus Ojos, Nueve Reinas o Relatos Salvajes ha propiciado que muchos espectadores de todo el planeta pongan sus ojos en el cine patrio. El talento de los argentinos para crear películas interesantes, en todos los registros y géneros, está más que demostrado, pero al estar tan lejos de Estados Unidos, la repercusión del cine argentino quedaba menguada. La llegada de directores como Andy Muschetti a la meca del cine para encargarse de gigantescos proyectos también ha favorecido que se tenga más en cuenta a los cineastas argentinos. Eso sí, a cambio, la mayoría de ellos tienen que “pasar por el aro” y atender a los designios de una productora que no busca cine de autor, sino simplemente blockbusters que atraigan al gran público.
También están los directores que, a pesar de su éxito, han intentado mantenerse haciendo lo que más les gusta, su cine propio y particular, aun sin salir de argentina. Eliseo Subiela puede ser uno de los mejores ejemplos, un cineasta diferente con una voz propia que levanta tantas pasiones como bostezos. No es el cine de Subiela apto para cualquiera, desde luego, por todo lo que toma de la tradición surrealista de ambos lados del charco. De Fellini a Jodorowsky, el argentino era capaz de crear un mundo propio, un universo particular en el que se desarrollaban las historias más corrientes, de una manera única. Esto hacia especiales sus películas, incluyendo aquellas en las que cambiaba totalmente de género, centrándose en las emociones y sentimientos humanos. No mires para abajo es uno de esos filmes que uno debe ver varias veces para entender de verdad y sacarle todo el juego. Detrás de esa premisa aparentemente sencilla, la del despertar sexual de un chico que acaba de perder a su padre, se esconde una historia con múltiples caras y muchas aristas. La película provocó también un gran revuelo por la manera en la que reflejaba las relaciones entre el chico y una joven que le muestra el placer tántrico. Las escenas sexuales, bastante explícitas, acabaron por llevarse por delante todo lo que la película quería aportar, pero hoy sigue siendo un filme de culto.
Una película de Eliseo Subiela
No mires para abajo es una producción netamente argentina, dirigida y guionizada por Eliseo Subiela. El cineasta venía ya con la vitola de autor de éxito por películas como Hombre Mirando al Sudeste o El Lado Oscuro del Corazón. Si bien esas películas le auparon como uno de los directores más destacados a finales de los 80 y principios de los 90, la llegada del nuevo milenio trajo cierto retroceso en su carrera. Al llegar a 2008, año en el que se lanzó esta nueva película, Subiela era ya un tipo maduro que buscaba un cine muy particular. De hecho, fue una de las últimas películas que rodó. El filme llegó a estrenarse en varios festivales en todo el mundo, y recibió reconocimientos sobre todo en certámenes latinoamericanos.
La iniciación sexual de Eloy
La historia de No mires para abajo se centra en Eloy, un joven de 19 años que sufre de sonambulismo. El chico trabaja en el negocio familiar, que consiste en la creación de figuras ornamentales para lápidas. La muerte le rodea constantemente, y el fallecimiento de su padre marca un antes y un después en su vida. En una de sus incursiones sonámbulas por los tejados de su barrio, Eloy termina cayendo por una claraboya a la habitación de Elvira, una joven que está de visita en la ciudad, en casa de su abuela. Ambas mujeres le acogen y le ofrecen comida, mientras Eloy va descubriendo la relación tan especial que hay entre ellas. El chico queda además prendado de Elvira desde el primer momento, y ella le invita a probar el sexo tántrico, iniciando al joven en un nuevo universo de placer y liberación.
Mientras Eloy y Elvira se siguen viendo, el chico debe lidiar con el duelo por su padre y con su propia búsqueda de sí mismo, en un mundo que difícilmente llega a comprender. La relación de Eloy con Elvira se va estrechando cada vez más, descubriendo una confianza que no creía posible, a través del sexo, pero también del cariño, de las palabras y el amor. La abuela de Elvira supone también un personaje importante en la historia, en tanto que muestra a Eloy cierta parte de esa sabiduría que él, con 19 años, apenas puede vislumbrar en ese momento. En la escuela, en su trabajo, Eloy trata de escapar de la realidad pensando solo en Elvira y en sus encuentros.
Unas escenas sexuales muy explícitas
La película cuenta con una premisa muy sencilla, y también posee escenas muy intensas en lo que al sexo se refiere. De hecho, los protagonistas, Antonella Costa y Leandro Silverman, están desnudos en la mayoría de escenas que comparten. Sus encuentros se llevan a cabo en la habitación de la chica, en casa de su abuela, casi siempre de día, con la luz natural entrando por los ventanales. Desde el primer encuentro, un inexperto Eloy se deja llevar por la experimentada Elvira, que sabe muy bien cómo conseguir que él se vaya soltando. No solo tienen sexo cualquiera, sino que ella le muestra el placer tántrico, mucho más intenso y espectacular, creando así un vínculo más fuerte entre ambos.
Las escenas son bastante explícitas, aunque no hay imágenes de penetración o felaciones ante la cámara, como ocurre en otras películas eróticas latinoamericanas. Aquí todo es más sutil, y como la propia historia, las imágenes de sexo también están recubiertas por ese halo surrealista de ensoñación. Ambos personajes se muestran completamente desnudos la mayor parte del tiempo y hay momentos en los que podemos ver tanto el pene de él como la vagina de ella. Las escenas de coito y de sexo oral son pretendidamente realistas, aunque fingidas. Eso no quita para que la película fuera calificada por algunos como pastiche pornográfico con ínfulas, algo que Subiela trató de ignorar, orgulloso del trabajo que había realizado.
Polémica de la película
El filme obtuvo una buena reacción por parte del público, aunque su estreno fue limitado en su momento. Tras pasar por algunos festivales recibió premios menores del jurado, y la crítica se ensañó bastante con la película, despreciando en cierta forma la manera de rodar de Subiela. Lo que sí llamó mucho la atención, tal vez demasiado, fueron las escenas eróticas que inundan el filme, y que al final lograron quitar el foco de lo realmente importante: la historia de los protagonistas. Hoy por hoy, No mires para abajo se ha convertido en un clásico contemporáneo del cine erótico latinoamericano, y es posible incluso encontrarla en plataformas pornográficas, dado lo explícito de sus escenas. La película no ha pasado a la historia como una de las mejores de su director, fallecido en 2019, pero sí como una de las que mejor supo conectar con la visión del sexo tántrico en pantalla.